Especial “Suecia” de Año Nuevo

Nos ha amanecido brumoso el año, cosa rara por estas tierras pero conveniente al actual perfil ectoplásmico del blog. En Navidad siempre he tenido la sana (u hortera, según se mire) costumbre de programar música acorde a la temporada, y a estas alturas de la posvida no vamos a improvisar novedades. Así que a rebufo de esta climatología intempestiva marchamos a la escarchada Escandinavia, a Suecia para ser exactos, de donde os he descongelado un villancico famosísimo (famoso allí, se entiende, no sé a cuánto de famoso en general equivale eso…) titulado “Jul, jul, strålande jul”, o sea “Navidad, Navidad, gloriosa Navidad” solo que en sueco, que queda considerablemente más estiloso.

Gustaf Nordqvist y Edvard Evers lo compusieron en 1921 y en realidad ya había sido mencionado aquí, en concreto en el apartado “Más canciones redondas de…” de mi entrada sobre Paul Winter. La versión del saxofonista estadounidense es bastante libre, hasta en el nombre (“Swedish song”), pero hoy prefiero algo más ranciote y esta adaptación de Euphonics (el grupo de jazz vocal de la Escuela Superior de Música Franz Liszt, en Weimar, Alemania) es justo la que me conviene; bastante respetuosa con la partitura original y no obstante con un toque chispeante y élfico. La calidad de las voces, por cierto, haría palidecer de envidia a algún que otro arcángel…

Jul, jul, strålande jul / Euphonics
Jul, jul, strålande jul / Euphonics letra y traducción

Hacía tiempecillo que no subía ninguna canción (le estoy empezando a coger el gusto a esto de la jubilación bloguera), y ya metido en faena os propongo un maratón temático con el país de los Premios Nobel como común denominador. Sin gozar (ni de lejos) de la apabullante repercusión de ABBA, The Cardigans se hicieron un hueco en la escena pop de los noventa con un estilo que recuerda un poco a otro sonado invento sueco, los muebles IKEA: de primeras simplón y baratero, pero con más fundamento del que pronosticarías por el precio. Concretando, The Cardigans se distinguen del resto de las opciones (en su gama) del mercado por el curioso contraste entre la luminosidad de las melodías y lo tristón de las letras, realzado por unos arreglos algo oblicuos y muy bien pensados. La suequidad imprime carácter, aunque también cuenta la insólita hoja de servicios de los dos miembros fundadores, el guitarrista Peter Svensson y el bajista Magnus Sveningsson, que habían tocado juntos en una banda de heavy metal y no obstante eran expertos en teoría musical y jazz.

A continuación tenéis el más exitoso de sus temas que, para no variar, rezuma ciclotimia: la efervescente Nina Persson parece a punto de irse de finde a esquiar, cuando lo cierto que es que sufre un cuelgue de lo más preocupante. Es lo que pasa con estos nórdicos, que lideran todos los rankings oficiales de felicidad pero luego se suicidan como lemmings.

Lovefool / The Cardigans
Lovefool / The Cardigans letra y traducción

Lo de los lemmings ha quedado bastante bruto, pero es lo que hay. Qué culpa tendrán ellos, me diréis: con tan pocas horas de sol al año hasta Paulo Coelho estaría de bajón. Sin duda, pero en el ADN vikingo hay algún gen kamikaze seguro, y si no explicadme lo de Harry Nilsson, cuyo índice de suequidad en sangre se limitaba al 50% heredado de sus abuelos paternos, aparte de que vivió casi toda su vida en la radiante California, y aun así se hizo trizas sus magníficas cuerdas vocales (y buena parte del resto del cuerpo), a base de alcohol y coca, cuando estaba en el apogeo de su carrera. Y cuando digo apogeo, digo APOGEO: en 1968, durante una entrevista, John Lennon y Paul McCartney declararon que Nilsson era su artista y grupo favoritos de América. Tiene sentido, porque la traviesa bulimia zampa-géneros que caracteriza al Álbum blanco es la misma, con el debido respeto, que encontramos en los primeros discos del semisueco. (Su gusto por el “más difícil todavía” también debía de ser genético: los mentados abuelos trabajaban de acróbatas en un circo. En cuanto a su idilio con los de Liverpool, se extendió a lo personal. John y Ringo compartieron no pocas épicas cogorzas con él y más tarde, cuando vinieron las vacas flacas, maniobraron para conseguirle un contrato discográfico decente).

Las dos canciones que le hicieron archifamoso, “Everybody’s talkin'” y “Without you”, son versiones galácticamente mejoradas de temas ajenos, pero Lennon y McCartney no le habrían admirado tanto si no hubiese sido capaz de escribir música tan estupenda como la de “One”. (Lo que vais escuchar, por cierto, es otra versión, en este caso de sí mismo. Nilsson la grabó primero en 1968 para Aerial Ballet, y en 1971 sacó un álbum de remixes, Aerial Pandemonium Ballet, donde le quedó todavía más pulida). La aritmética del texto presenta ciertas lagunas (lo de “uno es un número dividido por dos” qué es, ¿0.5?), pero el armazón armónico es más que interesante porque los cuatro acordes básicos son exactamente los mismos, descontando la tonalidad, que los de la célebre versión de “The house of the rising sun” popularizada por los Animals. Si ambas canciones parecen tan distintas es por la línea del bajo, ascendente en el caso del espiritual, como corresponde a un pecador arrepentido que alerta a los incautos de los peligros de la carne. En “One”, por el contrario, desciende (¿recordáis lo del bajo de lamento?), conjurando las incurables melancolías del amor perdido. No esperaríamos menos de un tipo cuyo apellido acaba en “-sson”.

One / Nilsson
One / Nilsson letra y traducción

No era cosa, como comprenderéis, de pasar por alto la conexión circense, que encima puedo prolongar con un oriundo de Malmoe, Peter von Poehl. Es un productor, compositor y cantante de perfil bajo, que en 2006 incluyó, en su primer álbum en solitario (Going to where the tea-trees are), una canción de perfil altísimo: “The story of the impossible”. El tema se popularizó tras aparecer en las bandas sonoras de dos películas francesas, Los seductores (2010) e Hipócrates (2014). Se popularizó quizá de más: tras uno de sus conciertos, una espectadora lo felicitó por la excelente versión que había interpretado de la canción, ajena al relevante detalle de que era suya. Ah, lo del circo: el más difícil todavía como metáfora de un amor tan disparatado, pero tan intenso, que al soñarlo se vuelve verosímil. Lanzarte al vacío sin red es opositar a despachurramiento, pero el chute de adrenalita que te llevas conforme surcas los aires no te lo quita nadie.

The story of the impossible / Peter von Poehl
The story of the impossible / Peter von Poehl letra y traducción

Aunque para trompazo épico, el de Monica Zetterlund, la Remedios Amaya (¡Ay quién maneja mi barcaaaaa…!) del jazz. No sé quién animó a esta fantástica cantante a presentarse al festival de Eurovisión de 1963; vale, la balada era preciosa, pero en ese estilo tan ajeno al pop, y además en sueco… En fin, cero puntos. Gracias a Odín, pudo redimirse del batacazo enseguida: Waltz for Debby, el álbum que publicó el año siguiente con el trío de Bill Evans, sería a la postre la cumbre de su carrera. Muy particularmente por un corte, “Some other time”, cuyo pedigrí es tan asombroso como la propia canción. Empezando por el principio, que en realidad no es el principio porque el principio fue un siglo antes, Leonard Bernstein (el de West Side story) compuso “Some other time” para In the town, una comedia musical estrenada en Broadway en 1944. Va de tres marineros, de farra en Nueva York un día de permiso, y la canción corresponde al momento cuando, a punto de regresar al barco, se despiden de unas chicas con las que han ligado. Los adioses tienen sabor agridulce, claro, pero el instante (y la canción) carece de dramatismo; no dejan de ser amores con fecha de caducidad. Hasta que en 1958 entra en acción el gran Bill Evans, introduciendo una cadencia en los primeros veinte segundos de la pieza, repetida de tanto en tanto, que altera su atmósfera completamente. La misma cadencia, ahora en incesante obstinato, a imitación de la “Berceuse” de Chopin, y adornada con una secuencia de improvisaciones a cual más maravillosa, pasó a ser “Peace piece”, su composición más famosa y obra de cabecera de un sinfín de artistas del movimiento new age de los ochenta. Cadencia, por fin, que Miles Davis usó como base de “Flamenco sketches”, uno de los temas más lucidos (y lúcidos) de Kind of blue.

Evans debió de obsesionarse bastante con “Some other time”, porque la grabó varias veces, pero la versión de Zetterlund es la definitiva. O, más exactamente, las definitivas, porque hace unos años se descubrió una interpretación en directo para una televisión sueca, de 1966, todavía superior, si cabe, a la oficial. El vídeo tiene el aliciente añadido de disfrutar in situ de la pericia quirúrgica con que Chuck Israels trabaja al bajo, y de ese modo tan especial que Bill tenía de tocar, la cabeza volcada en el teclado, como para que sus ideas se derramaran sobre este sin que se desperdiciara una gota. Y el colofón de la interpretación de Monica, cuya aparente indiferencia nórdica transmite mucho más que el histrionismo de artistas supuestamente más temperamentales. No es un ligue de temporada el que acaba de escapársele en ese buque, es el amor de su vida.

Some other time / Monica Zetterlund y Bill Evans
Some other time / Monica Zetterlund y Bill Evans letra y traducción

Y sí, Jean Sibelius también era sueco, por mucho que los fineses lo aclamen como un héroe nacional, principalmente por su poema sinfónico Finlandia, cuya publicación en 1899 inflamó los anhelos independentistas de un país sometido por entonces al dominio del Imperio ruso. La cosa es que Sibelius pertenecía a la minoría de habla sueca que habita Finlandia desde la Edad Media (aproximadamente un 5% de su actual población), una etnia fuertemente diferenciada de la mayoría suomi un poco al estilo de los québécois canadienses, aunque sin la cansina fijación separatista de estos. En cierto modo, Sibelius era de todos sitios y de ninguno: porque la negativa de la Filarmónica de Viena a enrolarlo como violinista le hizo abandonar sus sueños de intérprete solista para dedicarse a la composición; inspirándose en la tarjeta de visita de uno de sus tíos, marino de profesión, afrancesó su nombre (Johan Julius Christian) en sus años de estudiante; ejerció una importante influencia en destacados compositores británicos de la época, notablemente Vaughan Williams; y lo pusieron a parir críticos de Estados Unidos, Alemania y Polonia, alguno de los cuales llegó a llamarlo “el peor músico del mundo” (a lo que Sibelius replicó, imperturbable, que a ningún crítico le habían hecho nunca una estatua). A ver, su obra para piano, cuando menos, es bastante irregular, quizá por no tratarse de su instrumento natural, aunque según testimonios de la época sus improvisaciones al teclado (una vez pimplada la suficiente cantidad de borgoña, sueco, recordad) eran un verdadero espectáculo, y quién sabe si el asombroso impromptu que escucharéis a continuación, uno de los seis que escribió, surgió de una de esas etílicas veladas (el impromptu es una forma musical pensada para inducir en el oyente, precisamente, la sensación de improvisación). Aunque no esa la sensación que a mí me inspira la pieza, más bien al contrario: son las feéricas aguas, tan transparentes como misteriosas, de uno de los miles de lagos que abarrotan Finlandia, las que me vienen a la cabeza. Frente a uno de ellos, por cierto, Sibelius construyó la casa donde vivió la mayor parte de su vida.

Impromptu V / Jean Sibelius
Impromptu V / Jean Sibelius
Piano: Leif Ove Andsnes

Entre unas cosas y otras se nos han caído las reservas de vitamina D; en Australia, con el verano a punto de estrenar, no tendríamos ese problema. De allí es oriundo nuestro último artista de la mañana, si bien la conexión boreal está garantizada por los dos años que pasó en Estocolmo. Allí fue donde escribió sus primeras y naturalmente mortecinas canciones, muy al socaire, aunque sin la misma chispa, de Bon Iver. Pero en 2015 volvió a su tierra, se enamoró perdidamente y escribió, a tope de oxitocina, su álbum First light, con el que dio un gozoso giro a su carrera prolongado, en 2018, con el precioso single “Love is blind”.

El chaval va tan crecido que hasta se atreve a bailar en el simpatiquísimo vídeo promocional, cuyo visionado os recomiendo con urgencia. Entre otras cosas, porque con tanta chica de rojo queda hasta decorativo; como una flor de pascua recién plantada en el blog.

Love is blind / Dustin Tebbutt
Love is blind / Dustin Tebbutt letra y traducción

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