La música: “Hurt” de Johnny Cash
Antes uno hacía zapping entre las distintas cadenas para ver si había suerte y se tropezaba con una en la que no hubiera que tragarse una ristra interminable de anuncios. Me da a mí que la tendencia comienza a invertirse, porque la inmensa mayoría programa cosas tan infumables que la publicidad va a terminar convirtiéndose en un alivio más que un problema.
El caso es que una madrugada del verano de 2008 estaba yo medio tumbado en el sofá, con el mando en la mano intentando reunir fuerzas para irme a la cama, cuando en un canal de Televisión Española di con un vídeo promocional de los inminentes Juegos Olímpicos de Pekín. El clip era brillante porque lejos de centrarse en sus rutilantes estrellas ilustraba, sin truculencias innecesarias, el lado más ingrato del deporte: un maratoniano desfondado por el esfuerzo, el llanto de una gimnasta lesionada tras una mala caída, unos ciclistas retorciéndose en una cuesta en el anonimato del pelotón. El vídeo debía una parte no pequeña de su embrujo a su fondo musical, una canción que no había oído nunca pero que me agarró por las tripas al instante.
En cuanto acabó salté del sofá y con un par de frases de la canción aún en la cabeza me encomendé a San Google, que como de costumbre estuvo a la altura: el tema era “Hurt”, de Johnny Cash. Eso era curioso, porque Cash me sonaba como uno de los grandes del country, un tipo de música que nunca me ha atraído lo más mínimo, pero “Hurt” no era country ni de lejos. Descubrí también que existía un vídeo de la canción que había recibido no se qué premio, así que me fui a Youtube a ver qué tal y lo pinché.
Jesús. Al medio minuto el pegajoso sudor de la noche estival ya se me había helado en la nuca. Y en el momento culminante del vídeo, justo a los 2:35 minutos, se me hizo un nudo en la garganta del tamaño de una sandía.
Todavía conmocionado, regresé a Internet y me enteré de toda la historia. “Hurt” fue compuesta por Trent Reznor, el líder de Nine Inch Nails (un grupo de rock industrial bastante espeluznante) en 1994. No está claro qué tenía en mente cuando la compuso. Posiblemente nada bueno, ya que aunque la alusión a la heroína es metafórica (Reznor no era un adicto por entonces), sí se engancharía años más tarde.
Independientemente de lo que quería o no decir Reznor, la canción parece escrita adrede para Johnny Cash porque de modo inexplicable resume su vida a la perfección: la dura batalla contra la adicción a las anfetaminas, el éxito y la decadencia, el amor y la religión como asideros y, por fin, la aceptación y la paz. El vídeo se filmó en febrero de 2003, en parte en la ya cerrada y abandonada casa-museo de Cash. El artista, visiblemente deteriorado por la enfermedad neurológica que le diagnosticaron en 1997, era sin duda consciente de estar escribiendo su propio epitafio y lega a la posteridad un testimonio en carne viva lleno de luz y coraje. Cuatro meses más tarde fallecería su esposa y compañera del alma desde 1968, June Carter, y Cash se reunió con ella 100 días después.
No soy amigo de acompañar las canciones del blog con imágenes, pues pienso que distraen de lo esencial, pero lo de hoy es diferente así que he añadido un enlace al vídeo. Mi recomendación es que primero oigáis la canción al modo usual, leyendo la letra en paralelo, y luego pinchéis el vídeo con el texto presente en el recuerdo. No digáis que no lo aviso: dejad un paquete de pañuelos a mano.
Hurt / Johnny Cash
Hurt / Johnny Cash letra y traducción
No seré yo quien discuta la dimensión del legado estrictamente musical de Johnny Cash pero su estilo country “clásico” me tira poco, más en todo caso las letras peleonas y carcelarias que las melodías, que me parecen insípidas y repetitivas.
Me interesa mucho más el Cash intérprete, sobre todo el que aflora libre de corsés en las postreras grabaciones que realizó para American Recordings, y a ellas me limito en las siguientes recomendaciones:
- Southern accents, en Unchained, 1996. Un tema sencillo (como casi todos los de Tom Petty) pero convincente (a diferencia de casi todos los de Petty). Con 64 años y bastantes cosas más a las espaldas la tremenda voz de barítono de Cash puede estar un tanto mellada, pero le sobran octanos para dejar la original a la altura del betún. Petty actuó como músico acompañante en la grabación así que es probable que aún no se haya recuperado del shock.
- Personal Jesus, en The man comes around, el último disco publicado en vida de Cash, que también incluye “Hurt”. Habían pasado solo 6 años, pero la enfermedad se había cobrado un alto precio sobre su voz. Da igual porque Cash versiona la canción (de Depeche Mode, por cierto) con toda dignidad, ayudado, eso sí, por la impecable adaptación de John Frusciante.
- Cuando murió Cash estaba preparando un nuevo álbum, A hundred highways, que se publicó a título póstumo en 2006. Su canción estrella, God’s gonna cut you down, es un ominoso espiritual que aquí suena más ominoso que nunca. Atención al vídeo (en blanco y negro, por supuesto) con decenas de celebridades haciendo de extras; a la sombra de Cash casi todos parecen pigmeos.
El estudio de esta semana es, sin ningún género de dudas, uno de las más famosos de la historia del ajedrez, y lo es por un doble motivo: su rocambolesco origen y su insólita solución.
Todo comienza con el obituario que Georges Emile Barbier dedicó en su columna del Glasgow Weekly Citizen del 27 de abril de 1895 al recientemente fallecido William Potter. Potter fue un fuerte jugador en los años setenta, buen amigo de Wilhelm Steinitz, el primer ajedrecista generalmente reconocido como campeón mundial. En su artículo Barbier hacía mención a una célebre partida de Potter frente a Fetton de veinte años atrás en la que, en la posición de la izquierda, donde conducía las negras y le correspondía mover, Potter ofreció tablas. Tras ser aceptadas, Potter mostró al atónito Fetton cómo podía haber ganado la partida. Al hilo de lo anterior Barbier proponía como reto a sus lectores encontrar la maniobra ganadora.
En realidad el diagrama de arriba, que es el que aparece en la columna de Barbier, no reflejaba exactamente la posición de la partida real (el peón estaba en la columna b en lugar de la c, y la torre negra y el rey blanco permutaban su posición), pero esto es disculpable porque las fuentes de la época ya incluían el error y, a la postre, estas diferencias no alteraban en lo sustancial la naturaleza de la posición.
¿O sí? La semana siguiente Barbier mostró en su columna la línea ganadora y dio una vuelta de tuerca a la posición reubicando el rey negro en a1 y planteando un nuevo enigma: ¿cómo pueden ingeniárselas las negras ahora para hacer tablas? Supuestamente, gracias a un truco de tablas por ahogado, según Barbier indicó siete días más tarde. Pero con la Iglesia hemos topado: al poco un sacerdote español afincado en la ciudad, Fernando Saavedra, apareció por el Glasgow Chess Club, le dijo a Barbier que la posición estaba ganada y le explicó cómo. Barbier se quedó tan boquiabierto como, me imagino, os quedaréis todos cuando veáis la solución, y Saavedra se aseguró un hueco en el libro Guinness de los récords: nadie se ha convertido en un mito de deporte alguno con menos esfuerzo.
Estudio de G. Barbier y F. Saavedra, Glasgow Weekly Citizen 1895