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Tópicos aparte, dicen que España destaca a nivel mundial por sus trasplantes, lo que está muy bien, su afición a la lotería, lo que ya no me convence tanto, y por su baja natalidad. Esto último es un desastre: si alguien no lo remedia, en cuestión de pocas décadas la pirámide de población se habrá invertido y acabará derrumbándose sobre los pocos que queden para sostenerla, como aquella vez que Sansón se desmelenó y echó abajo el templo, para regocijo del guasón Yahvé, con todos los filisteos dentro.


Dad por descontada la solución de las cabezas pensantes de turno: atrasar la edad de jubilación hasta los ochenta años y recortar las pensiones a la mitad. Yo propongo a los partidos políticos algo más imaginativo y poco costoso, que podría ponerse en marcha ya mismo aprovechando la relativa proximidad de las elecciones: un buzoneo masivo del cedé de grandes éxitos de Barry White.

Que las maternidades estarían colapsadas antes de un año no es que lo diga yo, es que lo dice Internet; bueno, al menos he leído en varios sitios que el repunte del baby-boom norteamericano de los primeros setenta, tras la desaceleración provocada por la revolución feminista de la década anterior, fue en parte consecuencia de los afrodisiacos himnos del gran Barry. Hombre, se dice medio en broma, y en todo caso sería hacer de menos a otros sementales del soul lúbrico como Al Green y Marvin Gaye, que también derretían audiencias por aquel entonces. Sin embargo, apostaría que los maullidos ambidiestros de estos dos no hicieron temblar ni la décima parte de rodillas que la fórmula peloenpecho de Barry White, fundamentada en dos efectivos axiomas: arreglos al estilo “Vacaciones en el mar”, que anticipan noches de luna, romance y lujuria en cruceros de ensueño, y monólogos con voz ronca y muy viril para concretarlas con todo lujo de detalles. (Investigaciones científicas han demostrado que las mujeres encuentran las voces graves especialmente seductoras. Curiosamente, también creen que los que tienen estas voces son los que con más probabilidad les serán infieles en el futuro; otro clásico ejercicio de lógica cromosómica XX.)



Podría haber escogido cualquiera de sus tres ultrahits, es decir, “Can’t get enough of your love, babe”, “You’re the first, the last, my everything” y “Love’s theme”, pero aunque “Never never gonna give ya up” tuvo algo menos de éxito (el single “apenas” vendió un millón de unidades) es el tema que hay que oír para dominar, en siete minutitos de nada, el infalible método White. (Siete minutos, ni uno más ni uno menos. Lo resalto porque no es la versión del álbum Stone gon’, de introducción más bien chusca, ni la del single, que se corta en lo más interesante; esta la he cocinado especialmente para mi selecta audiencia, que solo merece lo mejor.) Además de lo ya comentado, que nadie pase por alto la aportación de dos de los más fálicos instrumentos inventados por el hombre, la flauta y, cómo no, el sexo saxo. El crescendo final de las cuerdas no precisa, creo, especial aclaración.

En resumen: ojito con la música de Barry White, porque tratamos con un material altamente inflamable, que deja los requiebros de Elvis al nivel de gazmoñadas de monjas. Sus canciones han hecho ovular a nonagenarias, revertido vasectomías, logrado que estatuas de diosas griegas se humedezcan. Hay quien afirma incluso que Chuck Norris, tras escuchar uno de sus temas, sintió un leve cosquilleo en la bragueta, pero eso ya me parece una exageración.

Never never gonna give ya up / Barry White  letra y traducción