En su imprescindible Secrets of spectacular chess, Jonathan Levitt y David Friedwood definen las cuatro cualidades que, a su juicio, caracterizan a las composiciones ajedrecísticas de mérito. Muy gráficamente, ilustran dichas cualidades con unas frases que bien podrían venir a la mente del lector al reconocerlas: paradoja (“¿Cómo puede ser esto posible?”), profundidad (“¡Ah, conque esa era la idea!”), geometría (“¡Qué posición tan curiosa!”) y flujo (“¡Guau, menudo viaje!”).
El de hoy es uno de los estudios que eligen para explicar estas ideas. Se debe a Gleb Nikolaevich Zakhodyakin (1912-1982), nacido en Varsovia aunque de nacionalidad rusa, que residió en Moscú y trabajó como técnico de comunicaciones. Fue herido dos veces en la Segunda Guerra Mundial y condecorado con varias medallas por su valor en combate.
Autor de unos 200 estudios, carece del caché de otros compositores, quizá porque nunca publicó una recopilación con sus mejores trabajos, pero merecería mayor reconocimiento porque su habilidad para conjurar juego deslumbrante a partir de posiciones de partida en apariencia inocuas rara vez ha sido igualada. El de hoy, además de en el libro de Levitt y Friedwood, figura en un montón de antologías, y no es para menos. Es un estudio para entendidos, tan rectilíneo como sutil, sin guiños a la galería pero que destila pura sustancia de arte ajedrecístico. La opinión del gran Genrikh Kasparyan, adecuadamente sucinta, valdrá como colofón: “Una obra maestra de la composición de finales artísticos”.
Estudio de G. Zakhodyakin, 64 1931
Shakhmatny Listok 1930 (tablas), 64 1937 (ganan blancas) y Shakhmaty v SSSR 1949 (tablas, 1.Tc7).