Los libros de Terramar de Ursula K. Le Guin

En el mundo de Terramar la magia es muy real. La clave es semántica: desde el comienzo de los tiempos cada cosa, cada ser, tienen un nombre verdadero y secreto, y su conocimiento otorga poder sobre ellos. No es tan simple, por supuesto; hacen falta un raro don natural, y años de entrenamiento, para lograr que el uso de esos nombres surta efecto. En Terramar la magia es muy real, y su práctica tiene un coste. Pues el universo se sostiene en un precario equilibrio, y cualquier acto mágico, por nimio que parezca, lo altera sutilmente. Si calmas una tormenta para que tu barco navegue más plácidamente, puede que una gran ola arrase una aldea pesquera a cientos de leguas; si surcas el cielo transformado en halcón, parte de la esencia de ese animal impregnará tu alma para siempre. De ahí que la grandeza de un mago se mida no solo por el alcance y la intensidad de su poder, sino también por la prudencia con que lo administra.

En sus libros de Terramar Ursula K. Le Guin tradujo en fábula literaria, con una brillantez inusitada, su visión taoísta de la existencia. Es lo del yin y el yang, el perpetuo equilibrio entre acción e inacción, lo masculino y lo femenino, aire y tierra, luz y sombra; que en modo alguno han de identificarse con lo bueno y lo malvado pues no son sino caras de una misma moneda, igual que la ladera en penumbra y la iluminada son parte de la misma montaña, y una se vuelve la otra en función de la posición del sol. Y no obstante, releyendo la saga durante el confinamiento, me pareció que también podía interpretarse como una grandiosa metáfora del amor, del amor verdadero. Porque ¿qué cosa hay, más mágica en el mundo, que el amor? Y cuando lo revelamos a la persona amada, ¿no es como si le confiáramos nuestro nombre secreto, dándole así un inmenso poder sobre nosotros?

Los libros de Terramar:
Un mago de Terramar
Las tumbas de Atuan
La costa más lejana
Tehanu
Cuentos de Terramar
En el otro viento

Originales en inglés:
A wizard of Earthsea
The tombs of Atuan
The farthest shore
Tehanu
Tales from Earthsea
The other wind

Música y ajedrez que vienen a cuento:

Respecto al ajedrez, cero dudas: no ha habido más que un auténtico mago del juego, el de Riga, cuyo nombre verdadero fue Mikhail Tal. Dicho esto, los nombres verdaderos no dejan de ser palabras, que a su vez se escriben con letras (bueno, con runas, pero no nos pongamos técnicos), y aunque ya los recomendé para otro libro nunca viene mal practicar caligrafía con los “problemas letra” de Hannemann y Holliday. (Por cierto, no es por presumir, pero lo que comenté al hilo de mi reseña de La mujer de piedra está de plena actualidad. La burrificación de nuestros chavales prosigue a un excelente ritmo, acelerada por los despiporres online que ha traído la pandemia, y tenemos una nueva ley de educación con todavía menos fuste que la anterior, cosa nada sencilla). En cuanto a la música, os subí ayer un par de preciosas canciones que precisamente orbitan sobre el poder de las palabras. Y también sobre la luna, hablando de orbitar, y hablando de hechicerías; pues no en vano el plenilunio se ha considerado desde tiempos ancestrales como especialmente propicio a los encantamientos. Y no me vengáis con que en realidad sí es absolutamente en vano, porque ponerse racionalistas en Navidad es de un gusto de lo más atroz.

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