Problema de R.C.O. Matthews, Die Schwalbe 1952

Seguro que ya lo sabíais, pero de todos modos: los historiadores dan por sentado, por amplio consenso, que el ajedrez surgió en la India allá por el siglo VI a partir de un juego de estrategia todavía más antiguo llamado chaturanga. De allí pasó a Persia, y cuando esta fue conquistada por los árabes, se extendió por todo el imperio musulmán. Fue así como, a través de la Península Ibérica, llegó a Europa, donde más o menos por el siglo XV, y para hacerlo más dinámico, se alteró el movimiento de algunas piezas y se introdujeron el enroque y la captura al paso. Salvo algún posterior retoque, en lo concerniente sobre todo a la promoción, ese es el ajedrez que practicamos en la actualidad.

Para añadir al misterio un poco de pimienta, Staunton, que estaba al tanto de la identidad del autor, hizo notar que tras el seudónimo se ocultaba un auténtico indio nativo

Lo que quizá desconozcáis es que el arte de la composición problemística, tal y como se concibe hoy en día, también nació en la India. Ya los árabes habían hecho sus pinitos en el tema, a veces con notable ingenio, aunque su margen de maniobra quedaba muy limitado por el escaso recorrido del elefante y la alferza, antecesores respectivos del alfil y la dama. Por espacio de tres siglos y medio los problemistas fueron incapaces de percibir el potencial de las nuevas piezas, pero las cosas cambiaron de la noche a la mañana cuando en 1845 Howard Staunton, el ajedrecista más fuerte de la época, publicó en el Chess Player’s Chronicle un problema remitido desde Delhi por un tal “Shagird”, palabra persa o turca que significa “estudiante”. Para añadir al misterio un poco de pimienta, Staunton, que estaba al tanto de la identidad del autor, hizo notar que tras el seudónimo se ocultaba un auténtico indio nativo. En realidad no faltaba a la verdad, ya que Shagird no era otro el reverendo Henry Augustus Loveday (1815-1848), natural de la localidad bengalí de Barrackpore, que había vuelto a Inglaterra en 1824 cuando su padre, un general del ejército británico, se retiró. Su amistad con Staunton se forjo hacia 1838, tras la graduación de Loveloy en Cambridge, cuando ambos disputaron varias partidas con resultado al parecer nivelado. En 1844 el religioso regresó a la India y se estableció como capellán de la iglesia de St. James en Delhi, desde donde envió su célebre carta a Staunton.

El enseguida bautizado como problema indio hizo furor, no solo por su dificultad, bastante por encima de lo que se estilaba entonces, sino por su radicalidad conceptual: había una idea tras el mismo, un tema, que era el que aportaba a la composición su coherencia, rigor y belleza. El revolucionario enfoque inflamó la imaginación de los compositores, y en los quince años siguientes la disciplina evolucionó más que en toda su historia anterior. Sam Lloyd en particular, el gran paladín de la nueva escuela, quedó tan prendado del problema en su infancia que compuso una docena de variantes del mismo a lo largo de su carrera; no se descarta, incluso, que se hiciera compositor en virtud de su influjo.

Para calentar motores tenéis arriba el problema de Loveday, ligeramente modificado (en la posición original había otro peón en b6 y había que dar mate en 4, pero a costa de un montón de duales) para convertirlo en un mate en 3 y enfatizar la idea sin distracciones. El tema indio gira en torno a una casilla llamada crítica, sobre la que se desplaza una pieza blanca. Acto seguido, otra pieza de igual color se ubica en la casilla, interfiriendo con la acción de la anterior para brindar una casilla de escape al rey negro, que de otra forma estaría ahogado; la maniobra se resuelve con un jaque a la descubierta de la pieza que provoca la interferencia. La solución: 1.Ac1 (paso sobre la casilla crítica, en este caso d2) b5 2.Td2 (interferencia) Rf4 3.Td4# (jaque a la descubierta y mate).

Se entiende el efecto que causó en su momento, pero los años pasan y para ilustrar hoy el tema necesitaremos algo más elaborado que, por un capricho de la casualidad, nos lleva de vuelta a la alma máter de Loveday; no en vano su autor, el maestro internacional de composición Robin Matthews (1927-2010), fue rector del Clare College de Cambridge durante dieciocho años. Matthews fue un economista de gran prestigio internacional, el primero que ocupó las dos cátedras de su disciplina más importantes del Reino Unido, las de Oxford y Cambridge. Entre otros motivos, su prestigio se cimentó con un artículo publicado en 1968 con el que desmontó con argumentos muy sólidos una falacia que los expertos de su tiempo daban por cierta, esto es, que el pleno empleo que se disfrutó en las Islas desde el final de la guerra hasta esa fecha había sido una feliz consecuencia de las políticas de incremento del déficit público. Como problemista se especializó principalmente en mates en 3 (Mostly three-movers tituló una antología recopilatoria de su obra) y su estilo, sobrio, elegante y sobre todo muy didáctico, certifica que por las venas del compositor también corría la sangre de un profesor. Y la de un economista, porque la virtud cardinal de su arte es su énfasis, por encima de cualquier otra consideración, en el principio de economía de motivación: todas las líneas de un problema han de ser relevantes para el tema subyacente. Aunque la maniobra india consta de tres movimientos, se necesitan problemas algo más largos para sacarle el máximo jugo, así que en esta ocasión el rector Matthews se olvidará por un instante de sus favoritos three-movers y doblará la longitud de la acción, que sin embargo es la mínima necesaria porque el problema muestra dos maniobras indias consecutivas; y para que nadie se quede con falta, una segunda variante donde se repiten en orden inverso.

Michael Lipton, coautor, colega y amigo, describe a Robin Matthews en su obituario como una persona enigmática y reservada, ajena a cotilleos y confidencias, con un sentido del humor más bien ácido y de una erudición casi insoportable; uno de esos típicos catedráticos de la vieja escuela reverenciados y temidos por sus alumnos a partes iguales. En Oxford o Cambridge no sé, pero en España las sucesivas reformas educativas llevan camino de erradicarlos; tal vez, a no mucho tardar, haya que criarlos en cautividad, como a los linces, si queremos preservarlos de la extinción total. ¿Que exagero?: en mi universidad hay quien se ha atrevido a postularse como candidato a rector con una carta donde lo que más llamaba la atención, con diferencia, era una grosera falta de ortografía.

Problema de R.C.O. Matthews, Die Schwalbe 1952

Más problemas memorables de R.C.O. Matthews:

Die Schwalbe 1954 (mate en 3), British Chess Magazine 1968 (mate en 3, 1.Da4) y British Chess Magazine 1986/87 (mate en 3).

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