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El bochornoso spot publicitario de la lotería de Navidad de este año ha sido eso, tan bochornoso, que tiene uno derecho a maliciarse si no lo habrán hecho a propósito, al hilo de aquello que dejó escrito Oscar Wilde: “solo hay una cosa peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. Los cinco protagonistas están todo el rato para el pim-pam-pum, pero las secuencias más espeluznantes se reservaron para el final, con ese momento Chucky, muñeco diabólico de Raphael y su “na-na-na-na-naaaa, na-na-na-na”, y el demoniaco alarido a lo gárgola iracunda de Montserrat Caballé.

Es obvio que la octogenaria soprano catalana no ha sabido retirarse a tiempo, pero dejémonos de borderías, que no son fechas para ello, y escuchémosla en una grabación de los años sesenta, cuando estaba en la plenitud de su carrera. Lucía entonces un timbre que era puro terciopelo veneciano y, sobre todo, disponía de un arma secreta con la que hizo palidecer de envidia a generaciones de divas: su pianissimo sostenido. Sobre el papel, se trata de cantar suavemente una nota de muy alto registro, y hacerla flotar el tiempo que sea menester. El símil, si me dejáis ponerme poético, sería el una barca deslizándose por un lago de aguas tranquilas. Probad a hacerlo, majos.


El aria, “O mio babbino caro” de Gianni Schicchi, es de sobra conocida, y bellísima; por algo la compuso Giacomo Puccini, de lejos el músico que más momentos sublimes ha aportado al repertorio operístico. Pero no sería lo mismo sin la soberbia interpretación de Caballé, que enlaza un pianissimo con otro con la indiferente suficiencia de una diosa. Buscad en YouTube versiones de otras consagradas, Callas, Netrebko, Gheorghiu, la que queráis, y veréis qué diferencia.

La historia: Lauretta le pide a su padre, el Gianni Schicchi al que alude el título de la ópera, que haga algo para que pueda casarse con Rinuccio, un mancebo de noble cuna del que está enamorada. “Algo” significará hacerse pasar por el patriarca de la familia del novio, que acaba de fallecer, no sin antes desheredarlos a todos. Conchabado con los frustrados herederos, Schicchi engañará al notario y hará redactar un nuevo testamento, pero los timadores acabarán timados ya que el “finado” legará al propio Gianni sus posesiones más sustanciales, a saber, “la mula, la casa y los molinos de Signa”. Puccini se inspiró en un incidente presuntamente verídico que Dante menciona en La Divina Comedia, donde Schicchi acaba condenado al Fuego Eterno por tan censurable felonía. Hay que ver en qué líos nos enredan los hijos a veces…

(N.B. Orquesta: London Symphony Orchestra; director: Charles Mackerras.)

O mio babbino caro / Giacomo Puccini  letra y traducción

Más arias redondas de Giacomo Puccini:

“Che gelida manina” (La bohème, 1896), “Un bel dì vedremo” (Madama Butterfly, 1904) y “Nessum dorma” (Turandot, 1926).