Jon Allen y Hans Berliner

La música: “In your light” de Jon Allen

Igual lo visteis en las noticias: el cuadro de Mark Rothko que tenéis a mano derecha, titulado con innegable acierto “Naranja, rojo, amarillo”, ha sido subastado por la casa Christie’s por el precio récord de 86,9 millones de dólares (casi 67 millones de euros al cambio). Es una bonita suma, aunque debemos tener en cuenta que este Rothko tiene pinturas de semejante corte en el emblemático MoMA (el Museo de Arte Moderno de Nueva York), como “Rojo, marrón y negro” o la ligeramente más atrevida “Azul pizarra y marrón sobre ciruela” (sobre rojo ciruela, se entiende).

Un día que no tengáis nada mejor que hacer echad un vistazo a la web del MoMA. Se pasa un rato entretenido, porque hay montones de fotos de las obras allí expuestas. Aunque a veces parecería que se han equivocado al subir las imágenes, pues de tanto en tanto uno va y se tropieza con un hueco en blanco.

En absoluto. Son cuadros esencialmente pintados de blanco, con algún mínimo toquecito aquí y allá, que van desde el clásico “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” de Malevich (1918) hasta el reciente “Presencia” del iraní Sharizeh Houshiary que tenéis a la izquierda. El título del primero habla por sí solo, pero el segundo requiere una explicación. Si os fijáis mucho distinguiréis una vaporosa banda horizontal en el tercio superior del cuadro, con la que Houshiary pretende representar el evanescente vaho que aparece en un espejo cuando exhalamos de cerca, metáfora de lo que en realidad (según él) somos, o más bien no somos: nada concreto, real o permanente. Dos meses dice el tío que tardó en pintar esto.

…a veces parecería que se han equivocado al subir las imágenes, pues de tanto en tanto uno va y se tropieza con un hueco en blanco

Encuentro similitudes entre esta titánica carrera hacia la nada y la de los físicos por alcanzar el cero absoluto de la temperatura, récord que por el momento ostenta, con apenas 10-10 grados sobre los cero Kelvin, un equipo de investigadores de nacionalidad —muy apropiadamente— finlandesa. Un cero absoluto que en lo musical conquistó John Cage en 1952 con su composición “4:33”, tres movimientos de 0:30, 2:23 y 1:40 minutos, respectivamente, de puro, íntegro, completo y absoluto silencio. Parece un chiste, pero el hombre lo hizo totalmente en serio y existen incluso grabaciones de la obra. No parece que fuera necesario, pero en la partitura se especifica que puede “interpretarse” con cualquier instrumento o combinación de instrumentos, si bien suele considerarse una pieza de piano pues así es como la estrenó Cage. ¿Sabéis lo más aberrante de todo? La emisora australiana de música clásica ABC Classic FM hizo en 2004 una encuesta entre sus oyentes para elegir las 100 mejores obras de piano de la historia, lista en la que el “Première arabesque” de Debussy apenas consigue el discreto puesto 79. “4:33” ocupa el cuadragésimo lugar.

Acreditada la inconmensurable capacidad de la especie humana para hacer el tonto, es hora de reconciliarnos con el sentido común, y una buena forma de hacerlo es escuchando una canción de Jon Allen. Allen se dio a conocer en 2008 poniendo música a un anuncio del Land Rover Freelander 2 y un año después confirmó las expectativas puestas en él con su primer disco, Dead man’s suit. Imaginad a un Rod Steward con la voz no tan castigada, ejem, por las lesiones, interpretando canciones que hubieran debido componer Bob Dylan, Billy Joel o Neil Young. Pues ese viene a ser más o menos el efecto.

Como veis no ha inventado la rueda, ni lo pretende, ni falta que hace: donde esté un bocadillo de salchichón ibérico y pan casero que se quite toda la carta de especialidades de “El Bulli”.

In your light / Jon Allen
In your light / Jon Allen letra y traducción

Más canciones redondas de Jon Allen:

A Jon Allen le llevó su tiempo despuntar; publicó Dead man’s suit con 32 años cumplidos y se lo pagó de su bolsillo con el dinero que obtuvo con lo del anuncio. Es por tanto obligatorio abrir este apartado con

  • Going home, la canción que se oye de fondo en el comercial de Land Rover. El anuncio va de una chica que monta en un globo y se aleja de la ciudad, mientras su amado la persigue hasta el quinto pino con su todoterreno. Que esta memez parezca por un minuto algo extraordinariamente romántico y deseable es cien por cien mérito de Allen.
  • Dada la escasez de material disponible de este cantante no conviene pasar por alto el single que publicó en 2010, sobre todo porque una de los temas que incluye, Sarah, cuenta con un extra de auténtico lujo: Mark Knopfler acompañando con la voz y, por supuesto, la guitarra.
  • Es extraño que esta estupenda canción no se incluyera en Sweet defeat, el nuevo disco de Allen, porque me temo que el nivel ha bajado perceptiblemente. El acabado es tan impecable como antes, que quede claro, pero es como si faltara salchichón en el frigorífico y hubiera habido que conformarse con jamón york. Alguna excepción hay, de todos modos, como Love’s made out a fool out of me, que recuerda mucho al Lennon calmado y maduro de su etapa final, justo antes de que el 8 de diciembre de 1980 el tarado de Mark Chapman lo echara todo a perder.
El ajedrez: Estrin-Berliner, V Campeonato del Mundo de Ajedrez por Correspondencia, 1965/68

Esa batalla de intelectos que como nada encarna el ajedrez alcanza su expresión más pura en la modalidad por correspondencia, donde los contendientes disponen de todo el tiempo del mundo para escoger su próxima jugada. O al menos así ocurría antes de que aparecieran los brutales programas informáticos de los que hoy disponemos, porque ya es imposible saber si el oponente contra el que se compite es de carbono o silicio, con lo que el encanto del asunto ha decaído mucho.

Pero en los sesenta no había trampa ni cartón, y allá nos remontamos para disfrutar de una formidable partida disputada en la fase final del quinto campeonato mundial de la especialidad. Se enfrentaron el ruso Yacob Estrin, que conseguiría el título en la séptima edición de este evento, y el alemán, nacionalizado norteamericano, Hans Berliner. Berliner fue un aceptable jugador al modo convencional, llegando a disputar cuatro campeonatos de Estados Unidos, pero su paso por el ajedrez por correspondencia fue fulgurante. Tan solo perdió una partida de todas las que disputó y empató muy pocas. Tras triunfar en el mundial con el indecente resultado de 14 puntos sobre 16, con 3 de ventaja sobre el segundo, y ya sin nada ya por demostrar, inició una notable carrera académica, doctorándose (con 45 años) en Ciencias de la Computación en la Carnegie Mellon University, de la que llegaría a ser profesor emérito y donde desarrolló una valiosa investigación en el ámbito de la programación de ordenadores para jugar al ajedrez. Investigación que, continuada y refinada por otros, ha terminado, como decía al principio, por cargarse la disciplina ajedrecística que le encumbró. Paradojas de la vida.

…ya es imposible saber si el oponente contra el que se compite es de carbono o silicio

La partida es un exhibición de Berliner de principio a fin. Con el mayor descaro elige la apertura favorita de su rival, se adentra en una variante supuestamente perdedora y entonces sorprende con un temerario sacrificio. Estrin juega como en apariencia demanda la posición, pero unos cuantos movimientos después acaba con el agua al cuello. Y aunque se defiende con ingenio y consigue minimizar los daños, no puede evitar llegar a un final de torres en el que Berliner explota de forma magistral su peón de más. ¿Se me olvida algo? Ah, sí: la partida ocupa el primer puesto en el libro de Soltis The 100 best chess games of the 20th century, ranked. Ya sabemos que eso de las listas es muy relativo y tal, pero aun así…

Estrin-Berliner, V Campeonato del Mundo de Ajedrez por Correspondencia, 1965/68

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