“Sweet baby James” de James Taylor

Finales de 1969, Massachusetts. Superados sus problemas de depresión y drogas, James Taylor trabaja en una canción de perfil country protagonizada por un vaquero solitario. En estas recibe una llamada teléfonica de Alex, el mayor de sus cuatro hermanos. El primer nieto de los abuelos Taylor acaba de venir al mundo y, tras una batalla a brazo partido con su mujer, Alex ha conseguido, agárrate hermanito, ponerle de nombre James. El alborozado tío coge el coche y parte de inmediato hacía Carolina del Norte, donde reside toda la familia, y en alguno de los mil kilómetros del trayecto le viene una repentina inspiración: convertirá la canción del cowboy en una nana para su sobrino y tocayo, en una nana vaquera con todas las de ley.

De aquello derivaron dos efectos positivos, uno inmediato (no acabó volcado en una cuneta, que es lo menos a lo que te expones si conduces por una carretera helada de la Costa Este pensando en las musarañas) y otro de largo alcance: el disco homónimo publicado unos meses después le sacó del anonimato (¡incluso le valió una portada en Times!) y le convirtió en el buque insignia de una nueva hornada de cantautores norteamericanos, más pendiente de los dolores del alma que de los líos en política exterior del gobierno yanqui.

Sweet baby James es un álbum que no debe faltar en ningún hogar. Si eres chico, porque nunca está de más aparentar una cierta sensibilidad; si eres chica, porque las melodías tiernas y directas de James Taylor y su voz calidísima han activado el lagrimal de millones de mujeres, y lo más probable es que tú no seas la excepción. No tiene la solución a tus problemas, pero demonios, parece el tipo al que podrías contárselos sin que te espíe el escote de soslayo.

Sweet baby James / James Taylor
Sweet baby James / James Taylor letra y traducción

Más canciones redondas de James Taylor:

“Fire and rain” (Sweet baby James, 1970), “You’ve got a friend” (Mud Slide Slim and the blue horizon, 1971) y “Carolina on my mind” (Greatest hits, 1976).

Esta se la reservo a la más diminuta de mis sobrinitas. Ni a hermanas ni a cuñadas se les ha ocurrido nunca bautizar a un hijo con mi nombre, pero claro, no soy un tío tan enrollado como James Taylor. Desde luego no me llega para escribir una canción tan hermosa (a mi favor cabe decir que no he visitado ninguna institución psiquiátrica —hasta la fecha— y que la sustancia más tóxica a la que soy adicto es la Coca-Cola) pero al menos sí puedo dedicársela. No es que la cría necesite muchas nanas, porque duerme como una marmota, pero hay que estar prevenido porque los cuerpos de estos diablillos dan a veces giros imprevistos. ¡Felices sueños, dulce bebé Elenita!

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